Juegos de coches ya hay muchos y de mucha calidad en el App Store. Lo que ya no hay tantos son juegos en los que los coches tengan que colisionar entre ellos. Ha llegado al App Store Extreme Gear: Demolition Arena, un título en el que tendremos que competir contra otros vehículos intentando destrozarlos, algo que recuerda un poco a ese tipo de combates de la lucha libre (WWE) de todos contra todos en el que todos los participantes luchan por un mismo objetivo, que puede ser un cinturón o pelear contra el campeón de alguno de los cinturones.
Aunque la (no original) idea no está mal, podemos afirmar que Extreme Gear: Demolition Arena tiene mucho margen de mejora. Los gráficos están lejos de otros títulos como los Real Racing o Asphalt, unos juegos que tenían mejores gráficos incluso en el iPhone 4 que se lanzó en 2010. Pero la intención puede ser buena, puesto que con unos gráficos menos buenos es más fácil que funcione mejor en dispositivos más antiguos. Cuanto más se cuidan los detalles, más fácil es que suframos algunos tirones en un juego.
Embiste a tus enemigos en Extreme Gear: Demolition Arena
En realidad, Extreme Gear: Demolition Arena recuerda más a un juego de la PSX. En iOS podemos hacer uso del acelerómetro y controlar el volante girando el iPhone, iPod Touch o iPad, pero la que es la mejor opción en los juegos de conducción puede no serlo en un juego donde el objetivo es colisionar contra otros coches. En un juego de carreras, rara vez tendremos que cruzar el volante, pero la cosa cambia cuando el escenario es una habitación y el objetivo puede estar pegado a nosotros. En ese caso lo mejor es girar el volante con el pulgar izquierdo, lo que a mi nunca me ha gustado en un juego de conducción.
También hay disponible un modo multijugador pero, si no me equivoco, sólo para jugar on-line. Lo mejor en este tipo de juegos es poder jugar contra alguien que tengamos al lado, pegarle golpes y decir «¡Toma! ¡Que trompazo te he dado!» chinchando a nuestro amigo o familiar. En cualquier caso, el juego es gratis, por lo que «a caballo regalado» no le vamos a mirar el diente.
