No, las aplicaciones por suscripción no son un buen sistema

Netflix, HBO, Amazon Prime, Spotify, El Mundo, Office 365, Adobe Creative Cloud, Google Drive… ¿te suenan, verdad? Como bien habrás comprobado, todo esto es software o contenido bajo suscripción, es su denominador común, cada vez más presente en el software de todo tipo de contenido, sea lo que sea. Ya casi ni recuerdo los tiempos en los que pagábamos por un producto de software y lo obteníamos íntegramente, con suerte recibíamos algunos años de actualizaciones y luego decidíamos si pasar a la nueva versión, o no… Sin embargo, ya tenemos calendarios, editores de fotografía, gestores de correo… Absolutamente todo un elenco de suscripciones que engañan a nuestra mente pero perforan nuestra cuenta bancaria cada mes. No, las aplicaciones de pago por suscripción no son el futuro, esa burbuja está próxima a explotar y os cuento por qué.

¿Dónde está el límite de las suscripciones?

Lo primero que vamos a intentar es evitar dar nombres concretos de aplicaciones concretas, la intención es no dañar la sensibilidad de ningún desarrollador en concreto, y es que no queremos ofender absolutamente a nadie en esta época de piel fina como la mejor de las porcelanas, cada lector llegará a sus conclusiones, hemos venido a reflexionar.

App Store

¿Cómo llegamos a este punto? Esa es una de las mayores dudas que tengo. La iOS App Store era en su época un alérgeno para los usuarios de Android, ver constantemente un precio junto a la información de una aplicación en concreto generaba cierto rechazo, no olvidéis que cierta aplicación popular de mensajería costaba nada menos que 0,89€ (gratuita para Android y Symbian, por ejemplo). Una de las gozadas del usuario de iOS era pagar un precio relativamente pequeño por una serie de software que iba recibiendo actualizaciones constantes y eliminaba de forma drástica la publicidad, un modelo claramente importado del PC y su política de software, pero esto se terminó.

Los videojuegos marcaron el camino

Empezamos con los videojuegos. Juntar tres del mismo color y avanzar destruyendo bloques era un sistema simple al que los que tenemos una edad llevamos ya años jugando desde la primera GameBoy. Sin embargo, han sabido vendernos que los juegos son gratuitos ahora, lo suficientemente gratuitos como para atraerte, que desees jugar, y darte un portazo con un aviso en forma de micropago. Este micropago al que nos referimos es en esencia una suscripción, y paso a explicarlo a continuación.

Arcade

Ahora no pagas por un videojuego, la propiedad física o digital de ese software, sino que pagas por el tiempo que el desarrollador te va a permitir jugar a él, es una constante. Esto se debe a que pocos usuarios están dispuestos a pagar 10 euros de una tacada por un juego para iOS en su versión completa y sin anuncios, pero por algún motivo que desconozco (imagino que estas empresas lo tendrán más que estudiado) sí que estamos dispuestos a pagar 0,99€ por las gemas, monedas o tokens de turno que nos permitirán jugar durante «X» tiempo. Tanto es así que incluso te ofrecen (previo pago claro) la posibilidad de avanzar niveles, desvirtuando por completo la esencia del videojuego. No te preocupes, con el tiempo no te habrás gastado 10 euros, habrás gastado mucho más, aunque te parezca menos doloroso.

Los proveedores en streaming como ejemplo

Un día llegó Netflix para «reinventar» el contenido audiovisual, aunque realmente lo único que hizo fue coger un método que ya existía (el pago mensual por televisión vía satélite) pero ofreciéndote un contenido más enfocado a lo que deseas: Series y películas… ¿Por qué pagar por series, noticiarios o programas que no puedo ver? Mejor elijo Netflix, que me pone lo que me gusta.

Netflix

Tiene sentido, son proveedores de un contenido constante que cuesta millones de dólares de producir tanto a nivel de creación como de infraestructuras para hacerlo llegar a tu hogar en condiciones decentes. Lo mismo pasa con Spotify, te cobran una cantidad específica de dinero porque han reintentado la música, hacen de puente entre los artistas y tú, y teniendo en cuenta los precios que maneja la industria del disco, con lo que cuesta Spotify al año tampoco es que pudieras adquirir más de unas 30 o 40 canciones en el mismo período, hasta aquí bien…

El día que perdimos el norte

He visto nacer y perecer muchas grandes aplicaciones con un denominador común: Se pasaron al modelo de suscripción. Estamos hablando de que ciertas aplicaciones como editores de texto plano que cuestan alrededor de 4 euros al mes. Calendarios, gestores de correo electrónico, todos se están sumando a un mecanismo de suscripción que ha hecho a los usuarios replantearse si realmente lo necesitan. La realidad es que muchas de estas aplicaciones antaño tenían precios relativamente altos, pero que se concentraban en un único pago. Los precios actuales de las suscripciones no son radicalmente más bajos que los precios de pago único, con una salvedad, se renuevan constantemente.

De este modo, no estás pagando por una aplicación, sin por el derecho a utilizarla determinado tiempo. De hecho corres el riesgo de perder toda tu información e incluso mecanismos de trabajo por dejar de pagarlo, recuerda, la aplicación no es tuya, estás pagando por utilizarla.

¿Te imaginas que al comprar el coche te dijeran que para utilizar la radio, el velocímetro, el cenicero o los limpiaparabrisas vas a tener que hacer una serie de pagos mensuales? Eso es lo que sucede ahora, nos encontramos con una herramienta que cuesta alrededor de 1.000 euros y cuya funcionalidad empieza a verse sometida a una esclavitud financiera que lejos de satisfacer las necesidades del usuario, están dinamitando su mantenimiento. Los usuarios están empezando a darse cuenta de que el día 1 de cada mes, a poco que tengas unos cuantos servicios y aplicaciones activas, estás dejándote centenares de euros por cosas que probablemente, antes hacías sin pagar mensualmente, recordándote que el día que no puedas pagarlas, no tendrás absolutamente nada, estás arrendando tu propio teléfono móvil. La burbuja de las suscripciones en las aplicaciones acabará explotando, es cuestión de tiempo que el modelo se concentre en tres pilares básicos:

  • Aplicaciones gratuitas (con anuncios).
  • Aplicaciones Freemium (gratuitas pero con herramientas desbloqueables mediante pago).
  • Aplicaciones de pago único.

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